El nacionalismo catalán ha resultado el gran timo de la democracia española. Durante 40 años se ha llevado a cabo una intensa campaña de lavado de cerebro y dinero en todos los ámbitos sociales en connivencia de los medios de comunicación públicos y concertados que no dudaron en vender su libertad a buen precio. Hoy sabemos que todo no era por Cataluña sino por aumentar el poder de la casta y de la burguesía catalana. Carme Forcadell ha sido sólo un ejemplo grotesco más de la hipocresía independentista.
Carmeta Forcadell pasó de no ser nadie a presidir el Parlament desde el 26-10-15 y acudir vestida de miles de euros a declarar ante los tribunales. La web Sueldos Públicos nos cuenta que cobra un salario fijo mensual de 7.794,77 € brutos, a los que se suman otros 1.565,19 € por los gastos de representación, es decir, un total de 9.359 € al mes.
Forcadell percibe 14 pagas, su salario asciende a 131.026 € brutos. Además los contribuyentes españoles le pagan una indemnización por desplazamiento de 26.083,59 € al año libres de impuestos. Es decir, en total, la Forcadell cobra 157.109 €/año, de los que 26.083€ están exentos de IRPF.
Y como su mandato, gracias a los lentos plazos de Mariano Rajoy, pasa un día del mínimo de dos años, también tiene «derecho» a embolsarse 174.602,84€ brutos. Y al cumplir los 65 accederá a una pensión vitalicia de 3.117,9€/mes. Este es el «prusés» que se han montado los líderes independentista con el aplauso del rebaño aborregado y gracias a la inacción del Estado.
Jordi Pujol fue -sin duda- el autor intelectual de toda esta gran estafa y que está dejando en evidencia, no sólo a los líderes independentistas, sino también a los distintos gobiernos del PP y del PSOE que han hecho la vista gorda con semejantes desmanes.
Ahora, la chulería de los líderes independentistas como Forcadell y adláteres se va desvaneciendo conforme visitan -aunque sea fugazmente- las lujosas cárceles en las que pasan los días. No en vano a la presidenta del Parlament sólo le ha faltado cantar el «cara al sol» para intentar convencer a los jueces de que ella es más española que nadie y que todo fue una farsa simbólica para jugar a ser independentistas. En fin, que todo ha sido un juego, una broma que nos ha costado millones de euros.
El carácter fenicio del independentista catalán está quedando en evidencia. Carles Puigdemont fue el primero en salir corriendo de la quema gracias a que el Gobierno se lo puso fácil para planificar su fuga. A la llorona Carme Forcadell la veremos pronto besar la bandera española o firmar ejemplares de la Constitución en el El Corte Inglés si con ello mantiene sus prebendas y su patrimonio. Igualmente, el resto de líderes independentistas les escucharemos mentir y desmentir, negar y renegar y, por supuesto, aparecer para volver a desaparecer si con ello mantienen la chequera llena. Los ideales patrióticos de los independentistas siempre van después del dinero.
