Inicio Perú El indulto a Alberto Fujimori, el chantaje que bloquea la política peruana

El indulto a Alberto Fujimori, el chantaje que bloquea la política peruana

La trágica historia reciente peruana, un país que tiene a todos sus expresidentes con graves problemas con la justicia -dos de ellos en prisión y otro con orden de búsqueda internacional- ha unido a dos hombres de la misma edad, 79 años. Pedro Pablo Kuzczynski, el actual presidente, y Alberto Fujimori, el autócrata que dirigió el país entre 1990 y 2000 después de un autogolpe en 1992. La historia será muy dura con Fujimori, condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad. Kuczynski aún tiene que decidir cómo construye su relato y en él es clave la decisión que tiene que tomar en estos días: indultar o no al anciano y enfermo autócrata tras 10 años en prisión.

Kuczynski, apodado PPK, se enfrenta estos días a un dilema que bloquea la política peruana: si indulta al expresidente, podría lograr algo de paz política –la presión del fujimorismo, que tiene mayoría absoluta en el Parlamento, le ha forzado a cambiar varias veces su Gobierno, la última esta semana con la caída de seis ministros, y lo tiene hundido en las encuestas-. Pero a cambio, manchará para siempre su imagen entre el antifujimorismo que lo llevó al poder. Varias personas clave, incluido el premio Nobel Mario Vargas Llosa, le han pedido que no lo haga. Pero Fujimori, uno de los pocos dictadores del mundo aún entre rejas, presiona y constantemente insiste con sustos de salud para recordar al presidente su peor pesadilla: que el autócrata muera en la cárcel y los fujimoristas enfurecidos tumben su Gobierno. Un chantaje en toda regla que bloquea la política peruana.

Todo el entorno de PPK trata el asunto con gran secretismo. “Eso es tabú”, ironiza un ministro. Pero el terreno se está preparando hace meses por si el presidente toma la decisión que le aconsejan algunos de sus amigos. La salida de la ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, que se oponía radicalmente al indulto –y era la que tenía que firmarlo- ha terminado de convencer a muchos de que es inminente. PPK de hecho nunca fue antifujimorista, y apoyó a Keiko, la hija del autócrata, en 2011. La nueva primera ministra, Mercedes Aráoz, ha abierto la puerta: “Es decisión del presidente, hay que respetarla. La herramienta del indulto humanitario le corresponde a él. Ante cualquier persona con un estado de salud delicado no se puede aceptar la crueldad”.

El problema es que no está nada claro que Fujimori esté tan enfermo como dice, y el indulto le supondría a PPK un enorme descrédito dentro y fuera de Perú. “No sólo sería una ilegalidad; también una traición a los electores que lo llevamos al poder. No se aplaca a un tigre echándole corderos”, escribió Vargas Llosa en julio. El escultor Victor Delfín, referente moral del antifujimorismo que lo echó del poder en 2000 a fuerza de manifestaciones, apela a la historia para convencer a PPK. “Sería un error garrafal. Está viendo como acaban otros presidentes. A [Alejandro] Toledo, al que yo apoyé, le han confiscado los bienes. [Ollanta] Humala está en la cárcel. Si PPK indulta a Fujimori pasaría a la historia como el presidente más cobarde de todos. Sería el peor error de su vida. Y eso no aplacaría a los fujimoristas”.

Otros sin embargo creen que a PPK no le queda otra que rendirse a la evidencia de que está en minoría y solo podrá gobernar si resuelve este problema antes. “Tenía que haberlo indultado hace un año, cuando llegó al poder”, asegura Aldo Mariátegui, conocido periodista y referente mediático de la derecha peruana. “La condena es endeble y ya cumplió 10 años. Habría muchos gritos en el mundo caviar, pero no sería el fin del mundo. Duraría dos semanas. A la gran mayoría de los peruanos este tema ya no les importa. Hay un 25% a favor y otro 25% muy en contra. El resto indiferente. Así PPK podría gobernar. Creo que merecía 10 años porque fue bien malo, pero ya fue”, explica.

Kenji Fujimori, congresista e hijo del expresidente, en la juramentación del nuevo gabinete, el 17 de septiembre.
Kenji Fujimori, congresista e hijo del expresidente, en la juramentación del nuevo gabinete, el 17 de septiembre. EFE

El término “caviar” está extendido en Perú para hablar de los antifujimoristas, que se movilizan con frecuencia para recordar los crímenes del expresidente y que fueron decisivos para la victoria de PPK por solo 40.000 votos frente a Keiko Fujimori en 2016. Lo cierto es que son miles los que salen a las calles y centenares las víctimas que reclaman justicia. Por el contrario Marta Moyano, una histórica dirigente fujimorista de Villa El Salvador, un barrio pobre de Lima muy golpeado por la violencia y la inseguridad donde esta fuerza arrasa, lo tiene claro: “Solo hay resistencia en el mundo de los políticos caviares pero en la población no hay ninguna. Los anteriores presidentes perdieron la oportunidad de pasar a la historia liberando al artífice de la paz en Perú. Si PPK lo hace se ganará el cariño de millones de peruanos”.

El dilema de PPK sin embargo tiene un aliado inesperado: la guerra interna de los Fujimori. Su hijo, Kenji, que visita al padre cada viernes –el expresidente vive en una prisión con todas las comodidades posibles y recibe visitas ilimitadas a cualquier hora de sus congresistas- el parlamentario más votado de Perú, presiona fuerte para sacar a su padre. Su hija, Keiko, líder del partido y dos veces candidata derrotada, no parece tan interesada: el padre no va a salir para jubilarse, sino para hacer política, y competirá con ella inmediatamente por el liderazgo.

La guerra entre los dos hermanos es abierta y el padre tercia desde Twitter, siempre apoyando al hijo. “Me sigo preguntando por qué han sancionado a Kenji. ¿Porque ha estado luchando como buen hijo por la libertad de su padre? Ha actuado honestamente con su conciencia. ¡Creo que los infraternos y desleales son otros!”, escribió en julio. “Sentí miedo no a la muerte sino a dejar cosas pendientes como unir más a mis hijos”, escribió hace dos semanas, tras el último susto cardíaco que provocó su internamiento.

Muchos creen que todo es una gran representación para poder salir de la cárcel y volver a ser el referente de la política peruana casi 30 años después de aquella inesperada victoria frente a Mario Vargas Llosa en 1990. Algunas fuentes del Gobierno señalan que el asunto ha estado varias veces a punto de salir pero PPK acaba retrasándolo al ver las consecuencias que tendría para su imagen.

“Si lo indultara, Perú sería condenado en la Corte Iberoamericana de Derechos Humanos. No hay base jurídica para hacerlo. Sus delitos no pueden ser indultados. Está muy bien cuidado, tiene una enfermera 24 horas al día. Tiene hasta un auditorio, los congresistas pueden ir a cualquier hora”, explica Rosa María Palacios, periodista, abogada y analista política que fue clave en la victoria de PPK –fue quien le ayudó a preparar el último y decisivo debate frente a Keiko-. “A PPK le da miedo que se le muera en la cárcel y el fujimorismo le tumbe el Gobierno. Pero tiene mejor salud que PPK y la misma edad. ¿PPK quiere pasar a la historia como el hombre que indultó a Fujimori?”. Esa es la gran pregunta que tiene que responder el presidente de Perú, acorralado y cada vez más débil después de solo un año de Gobierno. De la respuesta depende casi todo en este convulso país.