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Transexualidad, una realidad «que va más allá de La Veneno»

La transexualidad no es un movimiento, ni una tendencia. Es una cuestión biológica que existe y se padece. Pero no como una enfermedad, sino como un proceso muy complejo que empieza a edades muy tempranas, cuando todavía ni uno mismo lo puede entender. Ser transexual no es ser gay. De hecho, diferenciarlo de la tendencia sexual es un punto clave en la valoración psiquiátrica que la nueva Ley va a eliminar.

En este artículo hemos contado con el testimonio de tres personas transexuales que nos cuentan cómo es someterse a un cambio de sexo. Diego empezó su proceso de transición a los 40, María, a los 30 y Laura, a los 16. Tres etapas vitales muy distintas desde cuya experiencia hoy nos cuentan lo que no ha querido escuchar Irene Montero.

¿Cómo se sabe que se es transexual?

Diego siempre lo tuvo claro: «A los 5 años yo no es que me sintiera niño. Es que yo era niño. Mi madre me traía muñecas, mi padre arcos con flechas y yo sólo quería darle a la muñeca con la flecha» nos dice. «Es una cuestión que nace contigo; con tu forma de ser, de comportarte. No tiene que ver con tu orientación sexual«.

Laura incide en este aspecto: «No se trata de quién te gusta, si no de cómo te percibes a ti mismo», asegura. «Todo tu entorno te dice que ‘pilila, chico’ y a ti no te acaba de convencer». Según nos cuenta «descubres el pastel cuando empieza el despertar sexual. Al principio no eres consciente y tienes que ir redescubriendo todo en contra de lo que tenías establecido. Ahí te vas dando cuenta de que lo que sientes que eres es independiente de lo que te gusta«.

Por su parte, María establece una distancia que para muchos será sorprendente: «A pesar de que se engloba la transexualidad en el movimiento LGTBI, esto no tiene nada que ver«, explica. «Es cuando te empiezan a gustar los chicos cuando te das cuenta que no es una orientación sexual, es como una disociación de tus genitales y tu cuerpo con aquello que estás sintiendo. Para que te hagas una idea: cuando yo era varón me gustaban los hombres pero me daba asco tocarme a mí misma ¡Y tenía lo mismo!».

La valoración psiquiátrica

Laura recuerda que «diferenciarlo de la parte sexual era un punto muy importante de la valoración psiquiátrica antes de la hormonación». Nos explica uno de los ejercicios que tuvo que hacer: «Imaginarme a mí misma en el futuro y ahí me cuadró todo. Es como cuando de pequeña sueñas tu vida ideal … Yo me vi en el estilo de vida absoluto de la otra parte: la forma de hablar, de ser, de vestir… Todo lo que implica ser una mujer».

María incide en que este aspecto psiquiátrico «es una garantía de que el paso que estás dando es el que te corresponde» y reclama que «no se le puede robar esta parte del proceso a los menores porque es el pilar de todo. Entiendo que es una parte muy dura, pero no te hace ser un enfermo, al contrario, te ayuda y te da herramientas ¿Qué problema puede haber en esto?».

Diego, por su parte, recalca como él inició su tratamiento «sólo, sin ayuda psicológica y me parece muy importante tener ese acompañamiento. Es un cambio muy duro para uno mismo y para toda la familia. Yo tuve la suerte de que mis padres me ayudaron pero para un niño que no la tenga, es importante también a la hora de afrontar lo que le va a venir en el colegio y en la calle».

La primera unidad de género de España está en el Hospital de Cruces, en Barakaldo. Sólo en su primer año, realizó 8 cambios de sexo. Se trata de un departamento multidisciplinar donde un equipo médico que engloba pediatras, endocrinos y cirujanos trabaja –o trabajaba– en base a esas evaluaciones psiquiátricas. Itxaso Rica Echevarría es miembro de esa unidad que denuncia, además, que la Ley no ha escuchado a «los expertos internacionales que avalan que se tengan en cuenta».

Rica aclara que «estos informes no implican que exista una enfermedad mental» pero son necesarios para acreditar y estar seguros antes de iniciar ningún proceso de que concuerdan con la parte biológica.

«El cerebro de la mujer y del hombre son diferentes en forma y función. Hay estudios que demuestran que la funcionalidad cerebral en algunos aspectos son más parecidas al género sentido que al sexo asignado», explica.

El proceso de hormonación

Itxaso explica que «una vez se acredita que la disforia existe y que no va asociada a otras circunstancias como puede ser una depresión, se procede a la medicación». A su juicio, «no es planteable iniciar una medicación en un niño menor sin el consentimiento de los padres. Eso es lo sensato porque, como toda medicación siempre se pueden producir efectos adversos».

En el caso de los hombres consiste en inyectar testosterona y en el caso de las mujeres, en administrar hormona femenina. «Como no existe como tal, se hace con medicamentos fuera de ficha». Es decir, que el prospecto no indica específicamente que están destinados a este fin pero que sirven por su composición. Si hablamos de menores, entonces se recurre «a los llamados bloqueadores, que lo que hacen es evitar que sus genitales se sigan desarrollando».

María nos cuenta que dudó «mucho si dar el paso. Tenía miedo. Pero mi necesidad era más grande que eso. Recuerdo tener mucha ansiedad y cambios de humor porque en mi caso fue con una píldora similar a la anticonceptiva. Si a las mujeres cuando os viene la regla os revolucionan las hormonas, imagínate eso en un hombre que conoce esa sensación por primera vez. Asusta», recuerda.

El recuerdo de Diego es más positivo: «En seguida me salió barba, se me cayó el pelo y me cambió la voz. No te voy a engañar, ahí gané en seguridad aunque yo la hormonación la empecé después de hacerme la mastectomía».

La operación

Diego, por su parte, cuenta cómo él necesitaba operarse: «En 40 años yo no sabía lo que era un espejo, me tenía que quitar el pecho ya porque para mí era un infierno el verano, el invierno, los vendajes. Aquello era lo que más prisa me corría, nadie se mete por gusto cinco horas en un quirófano. Hay que estar muy seguro y saber que es irreversible porque las consecuencias son de por vida. Esto es algo que se tiene que explicar tal como es«.

María incide en que en este punto «el acompañamiento psicológico es súper necesario y la madurez es clave. Ahora en YouTube y en las redes se presenta como algo muy fácil: te operas y ya está, pero esto conlleva mucho más. Conlleva otro proceso mental porque de repente tienes el cuerpo que querías, pero te sientes un poco impostor, dice. Y Laura incide en que «te tienes que acostumbrar» a ese nuevo cuerpo. «Ahí es donde a lo mejor eres visualmente más consciente de que has pagado también un precio vital».

Diego además señala un aspecto muy importante que se suele dejar de lado: «Hay que explicar esto también porque influye directamente en la vida sexual. No nos vamos a engañar. En apariencia es igual, pero no funciona igual. Yo he tenido que aprender a buscar otras maneras. Esto es algo que no se explica y aunque yo siempre he ido con la verdad por delante, nunca se está preparado para el rechazo».

Por último, María señala algo que también se olvida pese a ser muy obvio: «Si te pones en el lugar de un niño; los padres tienen que saber a qué le están condenando. Y luego hay un después. Por ejemplo, tras la vaginoplastia, tienes un trabajo posterior con dilatadores para que no se cierre de forma natural. Ahí te toca aceptar otros problemas con los que vas a lidiar en el futuro y el de volver a quererte y encontrarte de nuevo. Hay que tener una madurez para esto».

¿Hombres gestantes?

En los últimos años, se ofrece a los pacientes de las Unidades de Género la extracción y conservación para el futuro de óvulos y esperma antes de culminar su transición. Esto es muy distinto a lo que la Ley del Gobierno contemplaba en un primer momento: financiar también la reproducción asistida a hombres gestantes. Algo, por definición, contradictorio con la transexualidad.

«No se es transexual de por vida –puntualiza María–, se pasa por un proceso de transición pero una vez termina o eres hombre, o eres mujer. Lo contrario es una monstruosidad«.

Diego se muestra también categórico al respecto: «Yo soy un hombre, yo no puedo tener hijos. En la vida tendría una necesidad de gestar porque es un absurdo si soy un hombre. ¿Pero estamos locos? ¿Cómo pretenden que alguien entienda esto? Es son las imágenes que luego se hacen virales y nos hacen parecer unos zumbados». Laura se lo toma con un cierto sarcasmo: «¿Tú quieres ser un hombre y dar a luz? ¿Qué eres, Hanna Montana, lo mejor de los dos mundos.

El balance después de todo

María señala que «probablemente, si hubiera iniciado mi transición más tarde y alguien me hubiera dicho cómo iba a ser mi vida… No te puedo decir que no lo hubiera hecho pero tampoco tengo claro que te asegurara que sí. He sufrido mucho, mis padres han sufrido mucho«.

Diego nos dice algo muy parecido: «Si volviera a nacer, no elegiría, a pesar de lo bueno que me ha dado la vida, ser transexual». Y, por su parte, Laura explica que ella decidió asumirlo «y afrontarlo a pesar de que es un fantasma, una sombra que te persigue siempre. Es una circunstancia que nos ha tocado vivir y que no se puede hacer a la ligera. Por eso creo que esta ley va a traer muchos problemas y se irán en viendo en no mucho tiempo».

El otro fantasma: «El Colectivo»

La actriz Carmen Jedet, ha sufrido un gran linchamiento en redes sociales después de manifestar en el programa Las Uñas su opinión contraria a la Ley del Gobierno. Tanto es así que ha tenido que suspender su participación prevista pen el pregón de la manifestación del Orgullo en Granada.

Nuestros protagonistas comentan este tipo de hechos, para Diego «es lo que sucede si te posiciones contra la doctrina LGTBI, el propio colectivo te hunde. O con ellos o contra ellos. A mí me han hostigado y me han pedido que me quede calladito. Para muchos es incompatible ser transexual y hablar con un medio como esRadio, pero es que yo ante todo soy persona. Esto es algo que es muy personal y ante lo que no se puede generalizar ni mucho menos poner en riesgo a los menores. A ver si se es mayor para unas cosas y no para otras».

Laura, es muy clara al respecto: «No me representan, respeto a quien hace de esto su modo de vida, pero yo soy más antigua. Igual gracias a ellas se ha avanzado más socialmente pero no es mi estilo. Esto es algo muy personal, de la intimidad de cada uno y siento que el Gobierno ha legislado en base a una moralidad que ni es general ni atañe a nadie más que la propia persona y su familia. Nos ha tocado vivir esto así y bastante duro es de por sí».

María lamenta que «no nos han escuchado ni tenido en cuenta, a pesar de los intentos de hacerles entender que esta realidad va más allá de La Veneno y como te salgas del tiesto, prepárate en redes sociales. A mí no me gusta hablar en público después de cómo lo he pasado y también me parece que tengo una responsabilidad porque se está trasladando poniendo en manos de menores y padres desinformados una bomba nuclear a sus propias vidas».